Me afectan demasiado las opiniones de los demás. Qué hacer

08/04/2016 Psicología

Alberto Hidalgo

¿Eres de esas personas que te afectan demasiado las opiniones o las críticas de los demás? Hoy vamos a ver unas técnicas muy útiles para que no sufras más por ello.

La primera de todas es aprender a diferenciar lo que es un hecho, de lo que es una opinión. Si sabes diferenciar, de verdad, lo que es una cosa, y lo que es la otra, tienes más de la mitad del problema resuelto.

Si te pidiera que dijeras una verdad sobre ti, algo que fuera absolutamente inequívoco e indiscutible sobre ti, ¿qué me dirías? Si afirmaras que eres una persona «responsable», o todo lo contrario, que eres un «cabeza loca», en ambos casos estarías confundiendo lo que es verdad (hechos objetivos) de lo que es una opinión (etiqueta subjetiva).

Lo que sí sería una verdad sería si me dijeras, por ejemplo, que eres ingeniero informático, o que mides 1,75 cm. ¿Por qué? Porque en ambos casos se podría demostrar mediante pruebas medibles y constatables, que eres ingeniero (mediante el título), o que mides lo que dices medir (mediante una cinta métrica).

El que te autodefinas como alguien «responsable» o como un «cabeza loca», son etiquetas que pueden basarse en determinados hechos, pero no son los hechos en sí mismos, son maneras de etiquetarlas, por tanto, subjetivas.

Al decir que eres «responsable», ¿en qué hechos te basas? ¿Te estarías refiriendo, por ejemplo, a que cuando te encargan un trabajo, siempre cumples con los objetivos que se te piden? Ese hecho sí sería verificable.
Si te han encargado cinco trabajos y en los cinco has cumplido con lo que se te pedía, podrías autodenominarte como alguien «responsable». Sin embargo, no sería la única etiqueta posible; existirían tantas como personas quisieran etiquetarte sobre el mismo hecho.

Por ejemplo, otra persona podría decirte, en el caso de que te apreciara, que eres «una persona genial», o que eres «de palabra», o «súper fiable». Sin embargo, una que no te apreciara demasiado, podría decirte que, simplemente, eres una persona «normal y corriente» y que no alardearas tanto de ese hecho, porque lo que haces tú lo hace la mayor parte de la gente.

Y en el lado peor, alguien que te odiara y te tuviera mucha ojeriza podría decirte cosas tan negativas sobre tu persona como que, en realidad, eres «un miedica», que por eso siempre cumples con lo que te piden; o «un cobarde» que no sabes decir que no a nadie, y que esa es la verdadera razón que explica por qué siempre terminas los trabajos que te encargan, sólo por puro miedo.

¿Cuál de todas las etiquetas mencionadas es la verdadera? Ninguna, ambas parten de la subjetividad del otro, de la persona que te etiqueta. La única verdad es el hecho constatable: «De cinco trabajos, has cumplido en los cinco».

Hay una cosa clara, si ante el mismo hecho, ante la misma verdad, cada uno opina una cosa diferente sobre ti, y ya que su opinión proviene de su propia forma de ser, de su mundo, de su propia realidad, queda demostrado que esa etiqueta dice más de ellos que de ti mismo/a.

Esto lo refleja muy bien un conocido refrán:

«Lo que Juan dice de Pedro dice más de Juan que de Pedro».

Aplicando esto a tu persona, lo que dice alguien de ti, dice más de sí mismo que de ti.

Ahora que ya sabes diferenciar los hechos de las opiniones, ¿cómo puede hacerte alguien daño? Imposible.

Además de esto, te invito a que realices el siguiente ejercicio práctico: cada vez que alguien opine sobre ti algo negativo, pídele que te describa un hecho donde te demuestre que lo que dice es verdad y, después, cuando lo haga, ponle tus propias etiquetas al mismo hecho.

Por ejemplo, imagina que alguien te dice: «Eres un fracasado». Le respondes: ¿A qué te refieres? Dime un hecho que demuestre eso. Esa persona te contesta: «Eres un fracasado porque te han salido mal ya tres negocios seguidos».

Ahora, ponle etiquetas diferentes al mismo hecho.

Pregúntate qué te diría una persona que te aprecia, que te estima, sobre el hecho de que «no hayas tenido resultados en tres negocios». Seguramente, te diría algo como. «Eres una persona fuerte y con iniciativa, y a pesar de no tener resultados de momento, tú sigues adelante».

Ya tienes dos etiquetas, «fuerte» y «con iniciativa», diferentes a las que la primera persona, la negativa, te había puesto. ¿Cuál es la verdadera? Ninguna. La única verdad sería que «no has tenido resultados en tres negocios seguidos», ése es el hecho comprobable, lo demás, son subjetividades de cada uno.

Si cada vez que alguien te etiqueta negativamente, juegas a añadir tres o cuatro etiquetas diferentes a las que esa persona dice, y ya no te afectarán, porque te darás cuenta de que son sólo eso, etiquetas, no hechos, no verdades.

Cuando alguien te critica, o te insulta, o es negativo contigo, lo único que hace es expresarte su propia negatividad.

«El insulto deshonra a quien lo infiere, no a quien lo recibe». (Diógenes de Sínope)

Alguien positivo nunca te etiquetará negativamente, al contrario, ante cualquier hecho, sea el que sea, te animará a que sigas adelante, a que mejores.

Para finalizar, me gusta mucho una frase de Bertrand Rusell que, con un toque de humor, refleja muy bien cómo, de todo hecho, se pueden asignar diferentes etiquetas, dependiendo de los intereses de cada uno.

Yo soy firme, tú eres obstinado, él es un tonto de cabeza dura“.

Juega a dar varias etiquetas alternativas diferentes a quien te etiqueta y ya no te afectarán sus opiniones.

Prueba a hacerlo y me dices los resultados.

(Artículo redactado por Alberto Hidalgo, psicólogo colegiado nº MU-03548)

* * * * *

a891
Si necesitas ayuda para este tema, o para cualquier otro, puedes contactar conmigo en este enlace de mi nueva web, Menudo Cambio.